Descripción
Adolfo Hitler y su lugarteniente Hermann Goering voltearon a ver a México en plena Segunda Guerra Mundial: a través de intermediarios compraron millones de toneladas de crudo mexicano para abastecer a su flota naval y pusieron en marcha una operación secreta para hacerse de un pozo petrolero en Poza Rica, según detallan los expedientes de los juicios del Tribunal de Nüremberg, a cuyas transcripciones emeequis tuvo acceso luego de realizar solicitudes de información
Los líderes nazis veían al país como una fuente de abastecimiento de combustible para sus fuerzas armadas e incluso avalaron acuerdos secretos para apoderarse de un yacimiento en el Golfo de México. La siguiente historia se armó con base en los testimonios judiciales de los personajes involucrados en este episodio desconocido de la historia.
Sentado en el banquillo de los acusados, el banquero de Adolfo Hitler confesó: los nazis pretendían controlar yacimientos de petróleo en México para abastecer a sus fuerzas armadas. Era el día 115 del juicio de Nuremberg contra los criminales nazis. Wilhelm Keppler, uno de los primeros financieros en proveer de fondos a Hitler, reveló los detalles del operativo alemán para explotar la riqueza petrolera de México:
«Yo era presidente de la Oficina del Reich para la Investigación de Suelos. Era responsable de la geología del petróleo. A través de este cargo me enteré de lo que estaba sucediendo. Fue allí donde escuché la propuesta para adquirir un yacimiento de petróleo en México».
Es la tarde del 24 de abril de 1946. El interrogatorio lo encabeza John Rogge, auxiliar del fiscal general estadunidense ante el Tribunal de Crímenes de Guerra. A Rogge lo acompaña el agente Paul Ertzinger. Sin concesión, ambos bombardean con preguntas a Keppler acerca de los intereses nazis en México.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, los servicios de inteligencia militar de Estados Unidos realizaron una minuciosa investigación sobre los mecanismos financieros a los recurrieron los nazis. En la pesquisa descubrieron cartas y expedientes secretos que desmenuzaban todos los detalles de una operación encubierta del régimen de Hitler para explotar una base de producción petrolera en Poza Rica, Veracruz.
Uno de los documentos alemanes, fechado el 29 de abril de 1940, tiene el explícito título «Adquisición de concesiones petroleras en México». En él se menciona que el banco alemán Dresdner había liberado un pago de 600 mil libras inglesas para acelerar el trabajo de exploración del campo petrolero en México.
El expediente secreto no deja dudas del avance de la incursión nazi, pues aporta datos muy precisos, por ejemplo que el campo de extracción estaba ubicado a una distancia de 40 a 100 kilómetros de la costa, en el Golfo de México.
Y hasta cita las estimaciones de la producción esperada: «De acuerdo con informes preliminares de los geólogos, el pozo es capaz de producir un suministro anual de hasta 10 millones de toneladas de crudo».
En septiembre de 1937, el régimen de Hitler había enviado a México a dos agentes: uno de apellido Erk (se presentaba como ejecutivo del Dresdner Bank) y otro de apellido Bentz (representante de un supuesto Instituto de Geología para la Exploración Petrolera).
Las negociaciones avanzaron muy pronto y en febrero de 1938 ya habían acordado con el gobierno del entonces presidente Lázaro Cárdenas un contrato previo de concesión.
Ante el elevado costo que representaba trasladar productos refinados desde México, los nazis propusieron triangular el envío de crudo a Alemania. Pretendían que el petróleo mexicano se enviara a una moderna y eficiente refinería en las Islas Canarias, para que en ese sitio se procesara la gasolina, el combustible para aviones, gasóleo y otros petroquímicos que requería la Armada nazi. Este personaje, que aparece en documentos oficiales del régimen nazi con la identidad de Fritz Fetzer, abandonó a principios de 1943 su puesto en la Marina porque se negó a continuar con la maquinaria de guerra de Hitler. Abandonó sus planes de abastecer a las fuerzas germanas de combustible mexicano y se retiró al castillo Moos, en Lindau.