Descripción
Nació en Guadalajara, Jalisco, el 29 de junio de 1912 murió en la Ciudad de México, el 16 de junio de 1958
Sus primeros estudios musicales los realizó bajo la tutela del maestro Hernández Moncada. Posteriormente ingresó al Conservatorio Nacional de Música donde estudió composición con los maestros Candelario Huízar y Carlos Chávez. Para sostener sus estudios y ayudar al gasto familiar trabajó como pianista en cafés y estaciones de radio hasta que en 1931 se le presentó la oportunidad de trabajar como pianista y percusionista en la Orquesta Sinfónica de México que dirigía Carlos Chávez. Formó en 1935 el conjunto de cámara llamado Grupo de Los Cuatro, aliado de Daniel Ayala, Salvador Contreras y Blas Galindo, Los Cuatro tenían la intención de dar a conocer sus obras en conciertos que organizaban periódicamente. La primera presentación del grupo se llevó a cabo el 25 de noviembre de 1935 en el Teatro Orientación de la Secretaría de Educación Pública. En 1942 fue becado por el Instituto Berkshire para estudiar con Aaron Copland. Durante su estancia en dicho Instituto escribió su obra «Llano Grande». Dos años más tarde con la «Sinfonía No. 1», ganó el concurso convocado por la Orquesta Sinfónica de México. En 1949 obtuvo el «Premio Chopin» con la Sinfonía «Tierra de Temporal», obras con un marcado arraigo a la naturaleza.
En 1944 se inició como director de orquestas, un año más tarde obtuvo la subdirección de la Orquesta Sinfónica de México de la cual fue director de 1946 a 1947. De 1949 a 1954 dirigió la Orquesta Sinfónica del Conservatorio, y de 1955 hasta su deceso.
Su obra más famosa es, sin duda alguna, Huapango (1941) pero su producción también incluye otras piezas de gran calidad. El Huapango es un arreglo para orquesta sinfónica de tres sones provenientes de la rica tradición musical mexicana. Esta obra musical está formada por tres sones veracruzanos: Siqui sirí, Balajú y el Gavilancito. No es un solo tema sino un popurrí, que su autor llamó Huapango en homenaje geográfico del lugar en donde recogió el material. A lo largo de la obra podemos encontrar una de las más famosas formas de presentar los sonidos de México. Esta obra es considerada figurativamente por algunos como un segundo Himno Nacional. A sus acordes nos identificamos mexicanos orgullosos de nuestro origen y de nuestro destino. Entre sus principales obras destacan: Amatzinac, 1938, Penatori (coro para niños), Canciones de mar (coro para adultos), Huapango 1941, Sonata para viola, Fantasía intocable, Romanza de las flores de calabaza, Cuento de la potranca, Sinfonía (1944), Sinfonetta (1945), el Homenaje a Cervantes para dos Oboes y orquesta de cuerdas (1947) y su ópera La mulata de Córdoba (1948) ─con un libreto de Xavier Villaurrutia, es una de sus obras más representativas en la cual las voces están manejadas con gran seguridad y corrección─, el ballet Tierra de Temporal (1949), Muros Verdes para piano (dedicado a su esposa, 1951), Cumbres (1953) y Bosques (1954). Familiarizado con las tendencias musicales de vanguardia, desarrolló un estilo musical que, partiendo de un lenguaje caracterizado por el acento en la mexicanidad, evoluciona hacia un estilo más libre, personal y subjetivo. Asimismo, destacan su facilidad para componer y desenvolver su capacidad creativa en géneros musicales tan dispares como Ballet, Música de Cámara, Ópera y piezas Sinfónicas. Fue pionero en la creación y dirección de la música mexicana para conciertos, las salas de concierto de la época que tenían reservado su repertorio para los clásicos europeos tuvieron en el Compositor, el surgimiento de una música propia que daba identidad. Sus recursos como compositor ─aparte de los de orquestación, contrapunto, armonía y demás, aprendidos en las academias europeas─ serían básicamente producto de retomar melodías sobre todo indígenas, por lo cual es considerado un compositor clásico nacionalista. De manera abrupta, abrió los ojos de nuestros connacionales hacia la conciencia de reconocerse a sí mismos y revalorarse como una cultura fuerte y única, a partir de la música. El hallazgo de la esencia «mexicana» en Moncayo, casi no tiene búsqueda; se inicia con su primera obra y va desarrollándose como un todo orgánico ─parece incluso concebido formalmente a priori─ sin exageraciones. Quizá por ello no fue la suya una música que «hiciera historia». José Pablo Moncayo fue un artista que no tuvo su residencia en Jalisco, por las condiciones de la época tuvo que trasladarse a la Ciudad de México para continuar su preparación musical y la expansión de su obra al mundo. Fue sepultado en el Panteón Español.