Descripción
Nació el 7 de agosto de 1926 en Berlín, Alemania
Vivió en México junto con su compañera Gudrun Lenkersdorf desde 1973 hasta su muerte el 23 de noviembre de 2010.
«En tojolabal, no hay palabras para «rico» y «pobre». Tampoco hay palabra para “dinero”. No hay palabras que correspondan a «juez» y «jurado». La voz «castigo» tampoco tiene término equivalente. No hay palabra para «mal». Pero los tojolabales tienen dos palabras para lengua o palabra. Por un lado está la palabra hablada: k’umal, y, por otro, la escuchada: ‘ab’aU. Se llaman a sí mismos tojolabales, es decir, «los que saben escuchar bien».» Carlos Lenkersdorf, lingüista y filósofo.
«En 1992, mientras se celebraban los cinco siglos de algo así como la salvación de las Américas, un sacerdote católico llegó a una comunidad metida en las hondonadas del sureste mexicano.
Antes de la misa, fue la confesión. En lengua tojolobal, los indios contaron sus pecados. Carlos Lenkersdorf hizo lo que pudo traduciendo las confesiones, una tras otra, aunque él bien sabía que es imposible traducir esos misterios:
–Dice que ha abandonado al maíz –tradujo Carlos–. Dice que muy triste está la milpa. Muchos días sin ir.
–Dice que ha maltratado al fuego. Ha aporreado la lumbre, porque no ardía bien.
–Dice que ha profanado el sendero, que lo anduvo macheteando sin razón.
–Dice que ha lastimado al buey.
–Dice que ha volteado un árbol y no le ha dicho por qué.
El sacerdote no supo qué hacer con esos pecados, que no figuran en el catálogo de Moisés.»
«Carlos y Gudrun Lenkersdorf habían nacido y vivido en Alemania.
En el año 1973, estos ilustres profesores llegaron a México. Y entraron al mundo maya, a una comunidad tojolabal, y se presentaron diciendo:
—Venimos a aprender.
Los indígenas callaron.
Al rato, alguno explicó el silencio:
—Es la primera vez que alguien nos dice eso.
Y aprendiendo se quedaron allí, Gudrun y Carlos, durante años de años.
De la lengua maya aprendieron que no hay jerarquía que separe al sujeto del objeto, porque yo bebo el agua que me bebe y soy mirado por todo lo que miro, y aprendieron a saludar así:
—Yo soy otro tú.
—Tú eres otro yo.»
Estas dos son historias del escritor Eduardo Galeano sobre Carlos Lenkersdorf, lingüista, filósofo y teólogo, que supo escuchar y comprender la filosofía de los mayas tojolabales de Chiapas, hasta en el saludo:
«La mujer dice:
– san kala tata. (Que vivas, querido tata).
El hombre responde,
– san kala nana. jastal ‘ay ja kiximtiki. (Que vivas, querida nana. ¿Cómo está nuestro maíz).
La mujer.
-lek ‘ay t’usan. (Algo bueno).»
«Pregunta por «nuestro» maíz»- explica Lenkersdorf- «porque el maíz no es propiedad privada de nadie, sino de la Madre Tierra.»
Y continúa contando: «El verano de 1972 se nos da la oportunidad de visitar los Altos de Chiapas. Viajamos para ver a pueblos y tierras desconocidos por parte de nosotros. Hay algo que no sólo nos llama la atención, sino que nos fascina e intriga y, a la vez, nos inhibe de fijarnos en otro asunto. Aunque no entendemos ni una sola expresión, escuchamos constantemente y con repetitiva insistencia una sílaba o palabra que cada ponente o hablante usa y usa sin cesar. No se nos olvidan estos sonidos: lalalatik; – lalalatik, – lalalatik… Nos preguntamos, qué puede significar ese -tik, -tik, -tik? Debe ser algo de mucha importancia para los tzeltales reunidos.
Preguntamos al sacerdote presente, ¿qué significa el-tik,tik,tik? Nos explica que el-tik,-tik,tik quiere decir NOSOTROS y agrega otra explicación adicional. El NOSOTROS es un distintivo de la lengua tzeltal y de todo el pueblo. El NOSOTROS predomina no sólo en el hablar sino también en la vida, en el actuar, en la manera de ser del pueblo.
Un ejemplo que hace explícito el nosotros. Se dice en español: yo te dije. La
expresión correspondiente en tojolabal es «yo dije, tú escuchaste.» Es de dos sujetos (yo y tú), con sus verbos correspondientes, y se complementan, porque ambos son actores que se necesitan mutuamente para que la acción de comunicación se realice de manera recíproca. Todo es intersubjetivo, y ambos son activos y pasivos correlativamente. El que habla escucha al que oye, y el que oye habla al que habla. Si no se produce esa doble acción con doble sentido, aunque se digan mil palabras se dicen «a la pared». El escuchar es un elemento fundamental de la comunicación. Pero en Occidente, tenemos problemas para escuchar. Lo instructivo en este contexto es que los tojolabales tienen dos palabras para lengua o palabra. Por un lado está la palabra/lengua hablada: k’umal, y, por otro, la escuchada: ‘ab’aU. Se llaman a sí mismos tojolabales, es decir, «los que saben escuchar bien».
Los mayas se organizaron y se organizan horizontalmente en la sociedad y en la política. El concepto clave, el Nosotros, indica que no hay reyes ni jefes, tampoco caudillos, caciques o mandones, palabras que no existen en tojolabal. El poder no se concentra en manos de uno o de una minoría, sino que es ejercido por el Nosotros, en el cual todos son corresponsables de las decisiones que se toman en el nivel de comunidad.
Entre los tojolabales nadie es señor y a nadie le llaman señor o señora, ‘ixawal. Los tojolabales se llaman entre sí ‘ermano, hermano, winik, hombre, ‘ixuk, mujer, moj’aljela, hermano, kumpare, compadre, kumare, comadre, tata, tata, nana, nana, tatjun, anciano, me’jun, anciana, etc. Todas estas formas de tratamiento no señalan ninguna diferencia de posición social, sino que reflejan que los tojolabales se consideran iguales entre sí. Los términos mencionados indican diferentes funciones dentro de la sociedad, pero ninguna estratificación social. Este «nosotros» tiene como objetivo la sociedad justa que en tojol ‘ab’al se expresa como jlekilaltik. Cuya raíz es lek que significa bien y unido a la partícula -tik se puede entender como el bien para todos. Por eso para los tojolabales el jlekilaltik expresa la salud, bienestar, pero también la libertad y la justicia de raíz nosótrica.
A Carlos Lenkersdorf los tojolabales le enseñaron que todo cuanto existe y vive, tiene corazón, “[…] vivimos en un cosmos que vive, que tiene ‘atsil […]”. Atsil o corazón es “[…] el vivificador de todos y de cada uno, por eso no hay nada que no tenga ‘atsil. Es decir, la vida no está solamente presente entre los humanos, la fauna y la flora, sino también en nubes y aguas, cuevas y cerros, tierra y astros, ollas y comales.”
Esta idea está clara en el testimonio del hermano Chepe que refiere Lenkersdorf:
«Mira hermano, todas las cosas tienen corazón, todas las cosas viven. Ahí el reloj que traes tiene corazón. Lo ves porque camina, se mueve. Las flores, las plantas, la milpa tienen corazón. Por eso, tenemos que visitarlas, platicarles y esperar que nos platiquen. Tal vez tú no lo ves ni entiendes sus palabras. Ya es otra cosa que tu reloj. Pero te digo, todas las cosas tienen corazón, todas las cosas viven aunque tú no te das cuenta. Mira esta piedra que nos sirve de banco. También ella tiene corazón. Los ojos no te lo dicen, tampoco lo oyes, ni lo sabes, porque no ves cómo vive, cómo se mueve. Tú no sabes cómo vive. Otra vez te digo, no lo ves ni lo sientes. Pero sí vive. Se mueve aunque muy, muy despacito. Otra vuelta te lo digo. Vive. Tiene corazón. Créeme.»
«Por la tierra… el corazón no se vence» dicen los Tojolabales.