Descripción
Además de la publicación de sus investigaciones, en este momento el proyecto más importante para Alicia es una serie de cuadernos de divulgación de la ciencia para campesinos y habitantes de la costa de Jalisco. “Hemos visto que los pobladores rurales están ávidos por entender procesos como el ciclo del agua, el mantenimiento de la fertilidad de los suelos y el aprovechamiento de los bosques. Afortunadamente, cada vez hay más personas convencidas de la importancia de conservar los recursos naturales y de trabajar para evitar problemas tan graves como el calentamiento global”, señala.
Mujer comprometida con la preservación de las maravillas naturales de México y del mundo.
Alicia nació y creció en la Ciudad de México y actualmente vive en Michoacán, donde es investigadora en el Centro de Investigaciones en Ecosistemas de la UNAM, campus Morelia. Su acercó a la ciencia desde la preparatoria, influenciada por una maestra de biología que se llamaba Palmira. “Recuerdo mucho sus clases, en las que con gises de colores dibujaba en el pizarrón desde células hasta dinosaurios”.
La UNAM es parte importante de su vida. “Mis padres trabajaron en la Facultad de Medicina; desde la preparatoria entré a la UNAM y siempre he trabajado para ella; ha sido un privilegio y tengo la camiseta muy bien puesta”. En la Facultad de Ciencias, las materias que la marcaron fueron biología celular con Judith Márquez y bioquímica con Annie Pardo. “Descubrir el funcionamiento de las células y los procesos bioquímicos te hacía preguntarte cómo es posible que exista el fenómeno de la vida. Recuerdo ir en el camión de regreso a mi casa viéndome un brazo y pensando que ahí estaban las células y que el ciclo de Krebs (que debíamos aprender de memoria), en realidad sucedía adentro de mi cuerpo”.
Su tesis de licenciatura la realizó con su amiga Cecilia Chávez Peón en la Isla Isabel, entre la costa de Nayarit y las islas Marías. “Estudiamos la ecología reproductiva y la conducta de los bobos de patas azules, unos pájaros que tienen una conducta muy interesante y poco estudiada: el fratricidio relacionado con la falta de alimento. Fue una gran experiencia pues al convivir con pescadores nos percatamos de que la biología también tiene que ver con las personas”. Aquí experimentó una de las vivencias más intensas en su vida profesional: “Ir a ver pericotas (un ave marina migratoria) en un kayak con mi amiga Cecilia, ella arriba remando y yo atrás pataleando, desde la isla Isabel hacia el mar y, bueno, que no nos comieran los tiburones; aunque esto lo pensamos más tarde”.
Después de titularse, Alicia trabajó en Naturaleza, revista del Centro Universitario de Comunicación de la Ciencia de la UNAM y viajó a Inglaterra para estudiar una maestría. De regreso a México, trabajó en el Centro de Ecología (hoy Instituto) de la UNAM. Cada vez más interesada en la educación ambiental, Alicia decidió volver a Inglaterra para realizar un doctorado sobre comunicación de la ciencia.
En sus investigaciones actuales, Alicia y sus estudiantes tratan de documentar cómo perciben los problemas ambientales distintas personas (campesinos, funcionarios gubernamentales y los mismos académicos). “Tenemos cerca de 10 años trabajando en la región costera de Jalisco, en donde se localizan la Estación de Biología Chamela de la UNAM y la Reserva de la Biosfera Chamela-Cuixmala. Buscamos entender las percepciones de la gente sobre el bosque tropical seco (principal ecosistema de la zona); la influencia de las políticas públicas en el uso de tierras y del bosque, y la relación entre desarrollo turístico y conservación, ya que esta costa, como todo el Pacífico mexicano, posee lugares hermosísimos”, expresa entusiasmada.
Con la calidez que la caracteriza, Alicia nos invita a “Acercarnos a las experiencias positivas de ciudades y comunidades rurales de nuestro país. Hay mucha gente que quiere cambiar el mundo desde sus familias y sus comunidades, y los científicos no deben quedarse fuera; la ciencia debe participar en la construcción de un mundo sin pobreza y con ecosistemas saludables”.