Descripción
Dibujante
Murió a los 92 años en Morelos el 28 de julio de 2017
Mora dejó su natal Tabasco y terminó su educación básica en Veracruz. Enamorado del cómic, gran aficionado al Príncipe Valiente, de Harold Foster, y a Flash Gordon, de Alex Raymond, se mudó a la Ciudad de México, y para principios de la década de 1940 se integró al estudio de historietistas encabezado por Ramón Valdiosera.
Mora creó Chanoc (hombre rojo, en maya) en 1959, a partir de guiones de Martín de Lucenay, quien murió luego de realizar unas 20 entregas del personaje. Entonces entró a la publicación Pedro Zapiáin, cuyas historias se acoplaron con el estilo dinámico del tabasqueño. Escritor y dibujante solían viajar juntos por las selvas mexicanas de Veracruz, Tabasco y Chiapas para obtener ideas y documentación que dieran validez a sus relatos.
Mora dejó Chanoc a principios de la década de 1970. Entonces realizó las series Alma Grande y El Payo, que como Chanoc fueron llevadas al cine.
Aunque el consenso general es que el mejor Tsekub fue Tin Tan, Mora aseguraba que su preferido fue el del cineasta Eduardo Santiago Chano Urueta. Para finales de los 80 terminó la serie Távora, publicada en la revista Lágrimas y Risas, que había dejado inconclusa, por su retiro Antonio Gutiérrez, dibujante de cabecera de Yolanda Vargas Dulché. La mancuerna Gutiérrez-Vargas Dulché creó, entre muchos clásicos del cómic mexicano, Yesenia, El pecado de Oyuki y Rubí.
Desde la segunda mitad de la década de 1990, Mora publicó Chanoc de manera esporádica, primero en una serie de novelas gráficas y luego como tiras en periódicos. Amable y generoso con las nuevas generaciones de dibujantes, Mora compartía gustoso con los jóvenes los secretos de su oficio de ilustrador. Realizó mucha obra plástica en óleo y acrílico, practicaba frontón y otros deportes, e intentó mantenerse siempre activo.
Con Mora concluye una época dorada de la historieta mexicana. Sus grandes amigos y colegas se fueron muriendo al avanzar el siglo XXI, primero Gutiérrez en 2006, luego Sixto Valencia –creador de la imagen definitiva de Memín Pinguín junto con Vargas Dulché– en 2015 y Valdiosera hace unos meses.
La industria del cómic nacional, con tirajes de millones de ejemplares a la semana, quedó aniquilada a finales del siglo pasado y hoy subsiste a fuerza de talento y esfuerzos titánicos de autores independientes. La herencia de Mora y sus contemporáneos seguirá viva en sueños de papel y pixel.