Descripción
Nació en Puebla de Zaragoza, Puebla, el 11 de noviembre de 1873
Murió en la Ciudad de México, el 21 de agosto de 1948.
Nació en el seno de una familia acomodada que, pese a ello, destacó por su participación colectiva en el movimiento revolucionario de 1910.
Su madre, María del Carmen Ala triste Cuesta, era hija del destacado general liberal Miguel Cástulo de Alatriste Castro, quien fue gobernador de Puebla durante dos periodos: marzo-diciembre de 1857, y marzo-julio 1861. Su padre, Manuel Serdán Guanes, abogado y hombre preocupado por educar a sus hijos de acuerdo con sus valores democráticos, fue el autor de un proyecto de ley al cual nombró Ley del Pueblo, hoy desaparecido. Murió cuando Carmen tenía entre cinco o siete años, hecho que, al parecer, forjó en ella un carácter fuerte y responsable, pues ayudó a su madre a cuidar a sus tres hermanos menores: Natalia, Aquiles y Máximo. Con su hermano Aquiles formó parte del Partido Nacional Antirreeleccionista, apoyando la candidatura de Francisco I. Madero y promoviendo sus ideas en la región poblana. Aquiles Serdán lideró el alzamiento en Puebla, participando en el primer enfrentamiento armado de la Revolución, secundado por Carmen y sus hermanos. Carmen pegaba en las noches propaganda contra Porfirio Díaz, y repartía pólvora y dinamita entre los revolucionarios locales. También fue mensajera, bajo el seudónimo de Marcos Serrato.
Cuando Aquiles estuvo refugiado en San Antonio, Texas, en octubre de 1910, ella viajó ahí con Madero. A esta ilustre mujer se debe, entre otros, la difusión en reuniones y gacetas de la entrevista Díaz-Creelman, detonante de la acción armada revolucionaria. En estas acciones la apoyaba un colectivo de mujeres poblanas, entre quienes estaban su madre, su hermana Natalia, su cuñada Filomena del Valle, esposa de Aquiles, las hermanas Guadalupe, Rosa y María Narváez Bautista, a quienes se conocía como “Las socias de Carmen Serdán”. También escribió para El hijo del Ahuizote, entre otros periódicos, y formó parte de la Junta Revolucionaria de Puebla, en la cual permanecería tras la traición de Victoriano Huerta a Madero y Pino Suárez en 1913.
El 18 de noviembre de 1910, cuando las autoridades poblanas intentaron detener a los hermanos Serdán en la casa de Natalia, con orden de aprensión y cateo a manos de cinco policías, entre ellos Miguel Cabrera, jefe de la fuerza policial, la familia se parapetó en las habitaciones del piso superior y en la azotea, defendiéndose a balazos antes de dejarse aprisionar dócilmente. Carmen, carabina en mano, incitó al pueblo desde el balcón para integrarlo a la lucha y, pese a ser gravemente herida por la policía, continuó con la resistencia durante varias horas.
Finalmente, los federales apoyaron a la policía y el hogar de los Serdán Alatriste fue tomado por la fuerza. En la cárcel de La Merced fueron encerradas como presas políticas Carmen, su madre y Filomena, quien estaba embarazada. Máximo y el resto de los revolucionarios, veinte en total, murieron durante la contienda. Aquiles, el líder e ideólogo del movimiento poblano, fue abatido a balazos en la madrugada del 19 de noviembre. Con la esperanza de que pudiera escapar, sus defensores le habían pedido que se escondiera en el sótano de la casona, pero al tratar de salir fue descubierto y asesinado. Los cadáveres de los hermanos Serdán fueron mostrados en la prisión donde sus parejas y compañeras de lucha estaban presas.
Carmen Serdán, su madre y su cuñada saldrían de la prisión de La Merced con rumbo al hospital municipal de San Pedro; una se encontraba herida, otra enferma de neumonía y la tercera embarazada. Tres meses después de la muerte de Aquiles nació la pequeña Sara. Estuvieron en calidad de presas políticas por más de seis meses, durante los cuales Carmen mantuvo su lucidez, convicción y fortaleza. Al salir, se reintegraron a las juntas revolucionarias que dieron el triunfo a Madero.
En 1914, Carmen se entrevistó con Venustiano Carranza, desempeñándose como enfermera del ejército constitucional en los hospitales militares. Al triunfo del movimiento carrancista, y con el asentamiento de la Constitución en 1917, la revolucionaria se retiró de la vida privada. Murió el 21 de agosto de 1948, a los 73 años, dejando su gran ejemplo para todas las generaciones posteriores a la revolución. El Estado reconoció su lucha escribiendo su nombre en letras de oro en la Cámara de Diputados y el gobierno de Puebla la honró con una estatua en la ciudad capital, en la que se ve disparando su carabina 30-30, el arma de los rebeldes de 1910. Este monumento muestra a la revolucionaria como lo que fue: una luchadora social capaz de dar la vida por sus ideales.
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