Descripción
Nació en la Ciudad de México, el 14 de enero de 1920 murió el 5 de agosto de 1987
Cuando salió de la primaria, tras el repentino fallecimiento de su padre en 1933, dejó los estudios y empezó a trabajar para ayudar a su madre. En 1943 llevaba la contabilidad de un negocio, pero decidió dejarlo para independizarse; se dedicó entonces al manejo de una camisería de su propiedad: Flores y Méndez, aunque la fortuna no le sonrió en esta aventura; sin embargo, su espíritu de lucha nunca lo abandonó e hizo de todo para ayudar al sustento de su familia, desde coser corbatas hasta emplearse como mensajero, repartidor, cobrador, auxiliar de contabilidad, contador, comerciante y ferretero.
Después tuvo una salchichonería y adquirió un camión repartidor de carnes; más adelante, se asoció con un amigo para manejar una imprenta con la que realizó uno de sus sueños: editar la revista Álbum de Oro de la Canción gracias a la cual tuvo la «oportunidad de conocer a los grandes compositores de la época, a quienes entrevistaba y por quienes sentía gran admiración, al grado de querer llegar a ser un día como ellos. Mi afecto y admiración por los autores y compositores creció y creció hasta colocarlos en el pedestal que aún siguen teniendo en mi simple y sencillo corazón».
En 1952 se inició como compositor con la canción Dos horas de balazos, que junto con La tertulia fue llevada a los acetatos el 11 de enero de ese año. El éxito fue tal que no tardaron en aparecer sus nuevas creaciones: Boda de vecindad, Peso sobre peso (La Bartola), La interesada, El gato viudo, Mi chorro de voz, Ingrata pérfida y Llegaron los gorrones. Sus temas pronto se arraigaron en el gusto de la gente que aceptó temas como Pobre Tom, Vámonos al parque Céfira, Cerró sus ojitos Cleto, Pichicuás, Los quince años de Espergencia y, más adelante, Sábado Distrito Federal, Voy en el metro y A qué le tiras cuando sueñas mexicano.
Sus más de doscientos temas le valieron que el público lo llamara El compositor festivo de México, El cronista musical de la ciudad, El folclorista urbano de México y El compositor del barrio. En cierta ocasión le preguntaron si su música era de protesta, a lo que respondió: «A través de la música se pueden decir muchas cosas; la música será siempre una memoria histórica pero nunca se va a poder hacer una revolución o una guerra con una canción, así que la llamada canción de protesta no es más que un relato que describe la inconformidad de algunas personas, y es ilógico pensar que con canciones se va a cambiar el sistema; eso se hace con trabajo y dedicación».
Su trabajo autoral no se circunscribe únicamente a letras festivas y narraciones de lo que pasaba en los barrios, también escribió temas románticos en los cuales expresó sus tristezas, alegrías y sinsabores: «La gente cree que nada más hago música para reír, pero tengo canciones que no se han publicado y que hablan de otra clase de vivencias porque también tengo mi corazoncito».
Chava Flores fue un apasionado que hizo de la composición, la fotografía, la filatelia, la lectura, el cine y el baile sus grandes aficiones. Coleccionaba obra de compositores mexicanos y extranjeros a quienes admiraba; sus preferencias incluían música clásica, instrumental, temas de películas, zarzuela, tango y, por supuesto, música mexicana. Algunas de sus canciones han sido incluidas en libros de texto gratuito, así como en programas de estudio de diferentes universidades en la especialidad de sociología.
Por su carrera en la música ha sido acreedor a diversas distinciones entre las que se encuentran la Medalla Agustín Lara que otorgaba la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM) y un busto en la Plaza de los Compositores de la Ciudad de México. Chava Flores escogió a la ciudad de Morelia, Michoacán, para vivir los últimos años de su vida, pero cuando enfermó regresó a la capital del país, extinguiéndose así uno de los artistas mexicanos más versátiles y queridos, cuya obra vivirá por siempre.