Descripción
Nacimiento México, 19 de marzo de 1945
Palizas, agresivas detenciones, descargas eléctricas, encarcelamientos, violaciones, extorsiones y secuestros. Son algunas de las situaciones que atraviesan los migrantes latinoamericanos a su paso por México camino del ‘sueño americano’. Momentos de sufrimiento que desde hace 12 años no escapan a la vigilante mirada del padre Alejandro Solalinde, un referente en la defensa de los derechos de aquellos que huyen de sus países.
Se considera un «migrante» más y no se doblega ante ninguna amenaza, está nominado al Premio Nobel de la Paz, tras ser presentada su candidatura por la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM) y ésta aceptada por el comité de los premios. Vestido de blanco impoluto, de habla calmada y portando su inseparable cruz al cuello, que no sólo muestra su fe también su permanente «disponibilidad» -explica señalando el nudo de su cuerda-, hace balance de todo lo que le ha llevado a convertirse en la voz de los migrantes.
Apoya la campaña ‘Valiente’ -que pretende poner freno a la ascendente ola de ataques a defensores de derechos humanos-, en la que él mismo es uno de sus protagonistas y en una parada tras sus intervenciones en la sede de Naciones Unidas de Viena y en el Parlamento Europeo.
Un día pasó por unas vías del tren cercanas y se encontró con varios migrantes. «Me sorprendió mucho eso y empecé a preguntar quién atendía a esos migrantes y comencé a viajar con ellos para conocer su realidad» y cuando viajo con ellos, en el tren conocido como ‘La Bestia’ , uno de los métodos más peligrosos para llegar a EEUU. Se subió en su techo, se colocó entre los vagones y compartió tiempo con los migrantes centroamericanos -que son los que principalmente abandonan sus países por las altas tasas de violencia que los azotan-. Aprendió a pasar de un vagón a otro, como ellos, y a ver cómo pasan hambre o sed.
Habla claro y lo denuncia -incluso por Twitter, donde es muy activo-, lo que le ha valido amenazas, agresiones e incluso dos meses de exilio en 2012. Fue en el momento en el que empezó a denunciar los secuestros de migrantes -a los que las autoridades no respondían, según advierte cuando se dio cuenta del peligro que su labor conllevaba. Fue golpeado, encarcelado y se dio cuenta de «la corrupción tremenda» de su país.
El padre Solalinde, en lugar de amilanarse, se echó «a caminar con» los migrantes. Dejó sus clases en la universidad e hizo su maleta. Literal. Porque siempre la tiene preparada con todo tipo de ropa porque sabe cuándo sale, pero no cuándo va a volver a regresar y dónde va a ir a parar.