Descripción
Nació en Chihuahua el 1 de enero de 1995
Lorena es ultramaratonista, de Guachochi, al sur de Chihuahua, nacida en el centro de la comunidad rarámuri, los mejores corredores de distancia del país desde hace siglos. Y rarámuri es el idioma que habla, por eso cuando está lejos de casa, entre gente que no conoce, tiene a su lado a Mario.
Comenzó a correr prácticamente en el momento que pudo poner un pie frente al otro, pero desde los 18 años lo hace como atleta, no como simplemente una niña tarahumara lo hace todos los días. “Cuando empecé a correr en Ciudad Cuauhtémoc fue que me di cuenta que soy buena. Quedé en tercer lugar y ahí supe que era buena”, me dice a través de su hermano. Para ella, correr es un círculo. Cuando le pregunto por qué corre, me responde “porque soy buena”. ¿Por qué es buena? “Porque tengo la resistencia”. Cómo lograste esa resistencia? “Porque siempre he corrido”. Es tan natural como caminar, como sonreír. Lorena es tímida, de pocas palabras, pero muy risueña cuando responde. A veces siento que se burla un poco de mí ante mis preguntas ingenuas. ¿Cómo le pregunto por qué le gusta correr? ¿Cómo podría no gustarle, si es lo que ella hace?
“Toda nuestra familia corría. Desde que éramos niños, mis papás también corrían, igual que los 5 hermanos”, me comparte Mario. Lo más que él ha corrido han sido 63 kilómetros, pero se está preparando para correr más. Eso me indica Orlando, su representante y director de Frogs Trail México, quién hace también las veces de interlocutor entre Lorena y quienes no entendemos sus palabras. Ella ha estado en carreras de 100 kilómetros desde el inicio. “En un principio casi no me daba la idea de correr 100 kilómetros, pero la segunda vez ya llegué bien”.
Lorena se convirtió en la primera rarámuri en correr en España el ultramaratón de Tenerife. A los 67 kilómetros dejó la prueba, agotada por una fuerte carga de trabajo en el año y por la incomodidad de correr sobre pavimento. “Me gusta más correr en México, pero también allá. En España no logré llegar.”, dice, acostumbrada a correr a campo traviesa, por la montaña, no sobre asfalto.
Lorena corre con un vestido tradicional tan colorido como ella y sandalias. No le gusta correr con equipo moderno, porque así nació y así es como más le acomoda, con el traje típico. Cuando ha intentado correr con tenis, se siente insegura. Dice que siente que se va a caer. Pero una de las lecciones que deja Lorena es que con sandalias y con su falda se pueden lograr muchas cosas. En un ultramaratón se trata más de corazón que de tenis. Se han acercado con ella marcas para ofrecerle ropa deportiva y calzado. “No lo van a usar. A ella le gusta correr así”, dice Orlando.
Pero a diferencia de las inmensa mayoría de los y las corredoras de este tipo de pruebas, para Lorena no se trata de de una competencia por ganar una medalla para subir a Facebook. “El dinero que ganamos en las carreras lo usamos para alimentos. Si no ganamos las carreras, no sacamos nada. Es una forma de sostener nuestra familia”, dice Mario. Correr es su forma de salir adelante, de ganarse la vida. Y así ha sido siempre. “Todo el tiempo en la montaña, siempre estábamos corriendo, cinco o siete horas detrás de los chivos y con eso vas agarrando la resistencia, porque diario era nuestra rutina cuidar animales. Para ir a la escuela tenías que caminar cinco horas. Los dos hemos hecho todo el trabajo desde que éramos niños.”
Pero Lorena lo disfruta. Es su pasión, quizá la única que ha tenido, y su trabajo está rindiendo frutos en forma de triunfos. Este año ganó el ultramaratón de los Cañones en su natal Guachochi, y las invitaciones a competir en otras carreras llegan desde muy lejos, inspirados por su alto nivel y su peculiar forma de correr. La han invitado al ultramaratón de Mont Blanc y van a Japón en octubre.
Lorena quiere seguir corriendo mucho tiempo. “Hasta que tenga 40 años, y a ver qué pasa”, bromea. Y aunque le emociona ir a otros países, le gusta más correr en Chihuahua. En casa, donde desde niña lo hace, y donde ahora es la campeona.