Descripción
Nació el 13 de junio 1913 en Parral, Chihuahua murió el 7 de diciembre 1972 en París
Es un nombre histórico para el olimpismo mexicano. Nadie ganó más medallas de oro que él. Sus hazañas datan de una época distante en el tiempo, pero cada vez que se habla de las glorias deportivas mexicanas resulta imposible no evocar sus triunfos.
Militar de formación y poseedor de un gran talento para la equitación, se convirtió en un atleta legendario. Sin embargo, su faceta como general tiñó de oscuridad lo que había sido una biografía deportiva ejemplar. Acusado de narcotráfico, Mariles dejó para la historia tres medallas olímpicas, pero también un legado de violencia y complicidades entre la cúpula militar y el crimen organizado.
Afecto a la disciplina castrense, Mariles no escatimaba en esfuerzos. Cuando montaba a caballo se sabía poderoso. Al mando de Arete, su trotón predilecto y que se caracterizaba por ser tuerto, no había nada imposible en el horizonte. Las competencias ecuestres eran un campo perfecto para los tipos que irradiaban arrojo y don de mando. Porque para ganar, no basta con la voluntad y adiestramiento propios. En la equitación hay que coexistir. Tanto mérito hay en el jinete como en el caballo. Los éxitos y los fracasos son compartidos.
Por eso la noticia de su doble medalla de oro en Londres 1948 (los primeros juegos posteriores a la Segunda Guerra Mundial) corrió como pólvora. Del otro lado del mundo, un mexicano vencía los complejos perdedores y se alzaba en la cima del podio. Mariles ganó tanto en la prueba individual como en la de equipos. El clamor no se hizo esperar. México abría los ojos ante el panorama mundial y se descubría a sí mismo como un país capaz de ganar. El general Mariles, con sus estridentes triunfos, demostró que la gloria no estaba reservada para los otros. El ADN ganador que corría en su sangre era único.
Nadie volvería a repetir tal gesta; ningún mexicano ganador de medalla de oro ha podido refrendarla. Y no se quedó con ese doble campeonato. Volvió a repetir en el podio en la prueba de tres días, con la medalla de bronce.
Esas deslumbrantes participaciones le aseguraron, para siempre, un lugar de privilegio en el olimpismo mexicano. Su nombre sería sinónimo de éxito, de empuje, de persistencia, valores tan socorridos en el deporte y en la idiosincrasia mexicana. Se trataba del arquetipo perfecto del mexicano portentoso y vencedor. La imagen de su rostro era venerada y estaba en todos lados. Ya en esa época el éxito deportivo y la publicidad se imantaban irrevocablemente.