FRANCISCO CABAÑAS PARDO Boxeador

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Descripción

Nació en Ciudad de México el 22 de enero de 1912 y murió el 26 de enero de 2002.

Obtiene la primera medalla olímpica para México, la de plata en boxeo peso 50.8 kilos, en los Juegos Olímpicos celebrados en Los Ángeles en 1932.

Debió reunir 500 pesos para pagarse su transportación y hospedaje en la ciudad californiana porque el General Tirso Hernández, presidente del COM, dio poco apoyo al boxeo.

Gano la medalla en la categoría de peso mosca luego de perder la final en contra del húngaro. Se convirtió en el primer medallista mexicano en ganar en unos Juegos Olímpicos.

Cuenta la historia que no había dinero para incluirlo en la delegación y que gracias a Jesús Nájera y a unos ahorros de su madre, pudo viajar a Los Ángeles.

Paso libre la primera ronda y en la segunda derrotó al italiano Paolo Bruzzi. Con su boxeo fino y elegante superó la tercera contra Isaac Duke de Australia. Llegó a la final al vencer al Británico Stanley Pardoe.

Ya en la final, Cabañas fue víctima de un robo descarado durante los 3 asaltos en los que dominó a placer al húngaro Stephan Eneke. Los 2 jueces y el árbitro vieron una pelea distinta y en el último episodio, cuando ambos rodaron por el ring, el réferi contó la caída solo para el mexicano.

No había, pues, muchos fondos para quienes practicaban el atletismo, y menos para quienes, como yo, queríamos ser boxeadores olímpicos.

Se integró, pues, un equipo muy bueno. Estábamos: yo, en peso mosca; Sabino Tirado, gallo; Araico, pluma; Miguel Quintanar, ligero, y Manuel Ponce, peso completo. Pero a Quintanar y a mí nos dijeron, a unos días de la salida, que no iríamos porque no había dinero suficiente. Que si podíamos reunir lo que se necesitaba para pagar la Villa Olímpica y los gastos del viaje, lo hiciéramos, porque esa sería la única forma en la que se nos incluiría en el equipo.

Yo me descorazoné totalmente. Sentí que habían sido vanos todos mis esfuerzos y muy estúpidos todos aquellos sueños de representar a mi país en esa competencia. Mi realidad era que tenía que reunir más de 500 pesos… ¡Toda una fortuna en aquellos tiempos!

Los días pasaban inexorablemente y no lograba reunir más dinero. Me faltaban aún ¡380 pesos! para pagar la Villa y hacer el viaje. Estaba muy deprimido. Casi no comía. Asistía al gimnasio y regresaba de inmediato para ayudar a mi madre en una pequeña tienda de abarrotes que teníamos. Evitaba ver a mis amigos de la colonia Obrera, quienes querían que yo hiciera el viaje, pero que se sentían frustrados porque no podían ayudarme económicamente. A duras penas había llegado a reunir, ya, 200 pesos. Pero…

Hasta que, al verme así, mi madre decidió ayudarme. Y me dio los 300 pesos, que eran todos sus ahorros. Ese dinero significaba el sacrificio de muchos años. No lo quise aceptar porque entendía perfectamente el esfuerzo de mi madre para reunirlos. Pero ella, finalmente madre, insistió en desprenderse de ellos para que yo pudiera ir a Los Ángeles. Llorábamos los dos cuando los acepté.

Al conseguí el dinero, había adquirido, desde ya, el compromiso de ganar una medalla. No podía defraudar a nadie.

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